La crisis financiera de 2008 se desató de manera directa debido al colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos en el año 2006, que provocó aproximadamente en octubre de 2007 la llamada crisis de las hipotecas suprime. Los efectos de la crisis hipotecaria comenzaron a manifestarse de manera grave desde inicios de 2008, contagiando al sistema financiero estadounidense, y después al internacional (como fue en el caso de España o Irlanda), teniendo como consecuencia una profunda crisis de liquidez en aquellos países que se vieron afectados.
Ésta crisis se inició realmente a mediados de 2007 cuando comenzó a aparecer la falta de liquidez en las hipotecas suprime, y ante dicho problema los bancos federales empezaron a aportar liquidez con el objetivo de evitar su escasez. Pero, a partir de ese momento, el mercado estadounidense comenzó a caer hasta que intervino la Reserva Federal con un plan de rescate. En otros países se intentó hacer lo mismo, pero no solucionaba la falta de liquidez a corto plazo en los bancos de inversiones.
A la falta de liquidez se le añadió el problema de la desconfianza entre países lo que provocaba el rechazo de créditos bancarios entre ellos. Esta falta de créditos en bancos, empresas y familias hizo que hubiesen quiebras, aumentase el desempleo y por lo tanto un aumento del coste de vida.