Terminada la Guerra Civil, 1939, España
se encontraba sumida en la más absoluta pobreza. El auxilio
social empezó a repartir raciones hasta que el gobierno autorizo la venta libre
de alimentos.
Aquel racionamiento fue una normativa
decretada a nivel estatal y que estuvo vigente en las décadas de los años
cuarenta hasta mediados de los cincuenta en toda España como consecuencia de la
posguerra Civil Española y la II Guerra Mundial.
Se impuso la
cartilla de racionamiento, que, mediante cupones y previo pago de los
mismos se asignaba a cada ciudadano, alimentos de primera necesidad; y se
creó la Comisaría General de
Abastecimientos y Transportes (Comisaría de Abastos en el lenguaje
popular) que se encargó de repartir los artículos.
El suministro de esas cartillas lo designaba dicha Comisaría
que cada semana anunciaba públicamente el porcentaje, la cantidad y el precio
de los alimentos que se adjudicaban. Para la validez de esa cartilla se exigían
algunas normativas del régimen franquista, tales como:
1º Estar selladas las
cartillas por la Delegación Provincial de Abastos.
2º Que figurasen reseñadas con la serie y número en el
registro de cupones de la Tarjeta de Abastecimientos; diligencia que se
efectuaba en la entrega.
3º Tener reseñada la parte interior de la cubierta con los
datos que constan en la misma, relativos al propietario de la colección de
cupones, datos que rellenaba el interesado, siendo firmado por éste. Lo correspondiente
a infantiles era firmada por el padre o encargado del mismo.
4º Era requisito indispensable que la inscripción la
efectuaran los interesados en el mismo establecimiento proveedor (ultramarinos
y panaderías) en que habitualmente recibían el suministro.
Más o menos se podía llegar a suministrar a cada persona
estos alimentos, aunque podía variar según las necesidades, cantidades y
alimentos en cada momento, tras criterio de la Comisaría de Abastos:
Un cuarto
de litro de leche
Cien gramos de azúcar terciado
Cien gramos de garbanzos
Doscientos gramos de jabón
Un kilo de patatas
Un bollito, diario, de pan de
cien gramos
Estas cartillas fijaban la cantidad diaria o semanal que
correspondía a cada persona, y aunque al principio fueron familiares, terminaron
siendo individuales. Hasta los cigarros (de picadura) también fueron racionados
y tenían una cartilla aparte.
Se carecía de todo, no sólo de falta de alimentos necesarios
para seguir viviendo, sino que también había poco dinero. Todo o casi todo estaba
racionado, el tabaco, el azúcar, el aceite. Se hacían colas interminables para
recoger ese pedacito de alimento. Largas colas dónde debías esperar para uno o
dos litros de leche y podía ocurrir que se acabara el primer turno, quedándote
en el mejor de los casos esperando un nuevo suministro o por el contrario,
directamente sin él.
No sería hasta mediados de la segunda mitad de la década de
los años 50 cuando desaparece la cartilla de racionamiento, pues se empezaba a
perder el miedo y los huevos y la leche casi se tenían a diario. Sin embargo
realmente digamos que la Comisaría General de Abastecimientos y Transporte
–CGAT– nunca distribuyó las cantidades establecidas oficialmente, de manera
que el racionamiento en España no cumplió su función del todo.
BIBLIOGRAFIA